Correcciones bursátiles y coste de oportunidad

Correcciones bursátiles y coste de oportunidad

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La rápida propagación del coronavirus ha estimulado una ola de ventas en los mercados, con el índice S&P 500 corrigiendo más de un 15 % desde los máximos de febrero hasta los mínimos que marcó ayer. Y en sólo una semana. Así que se ha llevado el honor de ser la corrección más rápida de la historia, tal y como muestra el siguiente gráfico elaborado por Deutsche Bank. Hemos vivido unos días que, por la magnitud y virulencia de la caída, han podido recordar a años históricos como 1987, 2001 y 2008.

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Desde el punto de vista técnico, podríamos asistir a un rebote de corto plazo. A lo largo de las últimas dos décadas, rara es la vez que el RSI llega a niveles tan extremos (por debajo de 20), que suelen coincidir con momentos de pánico y suelos de mercado. Es cierto que hay veces en las que el mercado nos regala una caída adicional, de casi el 20 % durante la burbuja de las puntocom y en torno a un 10 % en el crash que vivimos en 2018. Además, hemos asistido a un fuerte repunte del volumen, propio de un clímax vendedor.

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Al margen de intentar predecir un suelo de corto plazo, y entendiendo que el coronavirus vaya a afectar (levemente, en mi opinión) a la economía mundial, lo que no consigo entender es el razonamiento del potencial inversor, el que está en liquidez esperando “un buen momento” para entrar al mercado. Cinco años de experiencia profesional tratando con clientes me han hecho comprender las fuertes barreras mentales que tiene el inversor minorista para tomar una decisión.

La gente me pregunta muchas veces cuándo invertir. Con una cartera diversificada, un horizonte temporal de largo plazo y aportaciones periódicas siempre es un buen momento para invertir. No obstante, si nos da vértigo entrar en un mercado en máximos, creo que correcciones de un 15 % o un crash como el que vivimos a finales de 2018, con una caída de más del 20 %, son una excusa más que suficiente para meter un pie en renta variable.

El problema radica en que al potencial inversor le da miedo entrar cuando el mercado subepero más todavía cuando el mercado cae. El dolor de la pérdida a corto plazo sumado a la incertidumbre y la presión ejercida por medios de comunicación y su círculo cercano, le llevan a una situación de bloqueo y a posponer la decisión de invertir para “cuando las cosas estén más calmadas. Cuando la tormenta escampa, el mercado está de nuevo en máximos y el potencial inversor vuelve a esperar (no vaya a ser que se meta en el peor momento). El coste de oportunidad es muy elevado.

Volviendo al gráfico del S&P 500, ¿qué es lo peor que podría pasar si no acertamos con el timing? Imaginemos que, en vez de hallar un suelo de corto plazo y sincronizarnos con la tendencia, nos encontramos con un auténtico desplome del mercado, perdiendo el S&P 500 los 2700 puntos. Acabamos de invertir y ya vamos perdiendo un 10 % o más. La siguiente aportación será a niveles más bajos y promediaremos nuestro precio de entrada. Habiendo comprado en una corrección brusca y sobrevivido a una violenta caída adicional ya estaremos inmunizados como inversores para el resto de nuestras vidas.

Los años catastróficos no son estadísticamente probables en los mercados. Eso no quiere decir que 2020 no pueda marcar un hito en ese sentido y acabar el año con una pérdida superior al 50 %, pero, como nos muestra la siguiente distribución elaborada por Bank of America, se pueden contar con los dedos de una mano los ejercicios más duros en 150 AÑOS de historia bursátil.

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Siguiendo las pautas anteriores, el mejor momento para invertir es siempre. Pero lo es más todavía en momentos de correcciones bruscas o durante un crash bursátil. Además, como vimos en un artículo anterior, una estrategia de aportaciones periódicas funciona mejor en momentos de fuertes caídas.

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